7 de febrero de 2011

Querer a Sevilla

  • 7 de febrero de 2011
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  •  "A Oscar Gallego y familia"

    No sé a cual Sevilla recordar y querer. Si a la Sevilla en la que viví, la que está en brumas en mis nostalgias, cuando eran las calles recorridas, las largas horas de conversación y conversación, este gusto Sevillano por pasar las horas. La hermosa Sevilla cuando sus cafetales se enredaban en medio de los guamos, de los árboles de cedro, robles, naranjos y limones, guaduales y zorros, armadillos, gallinas, en medio de esa neblina propia de estos climas cafeteros, fríos y alegres. Ese paisaje que destruyó la Federación de Cafeteros en aras de la productividad y de la globalización que se “lleva todo lo bueno que en nosotros topa”.

    La Federación que en estas épocas de perdón y olvido debe solicitar el perdón por destruir las antiguas y pequeñas fincas cafeteras, las que aun tenían azulejos y mirlas, zorros y armadillos, zapotes y guamos, bosques con nacederos de aguas, cultivos de maíz y hasta unas dos vacas para la leche. Ahora, leía en estos días, se premia al paisaje de caturros y variedades hibridas, como un supuesto patrimonio cultural, desgajado de los ancestros, olvidado el verdadero olor del café, de la pulpa pudriéndose, de la señora gritando para el almuerzo, del Borbón y el Arábigo, que se quedaron colgados en las altas laderas, como fósiles perdidos en la memoria de mi tierra.

    Sevilla es un cuadro detenido en mi memoria, mis recuerdos se unen en la neblina de la noche, el frío y el caminar por la Miranda, en la periferia, el olor a sangre de la carne vacuna con los carniceros en la galería, del amanecer cuando las luces del parque se apagaban y se retiraban las nubes que descendieron en la noche. Como era posible que conversáramos tanto, de tantas cosas, que inventábamos semanas culturales, huelgas, amistades, en ese pequeño espacio urbano que era Sevilla? Mis recuerdos me hacen dudar de realmente a cual Sevilla conozco ahora.

    También tengo en mis imágenes la Sevilla de la Violencia, cuando los campos, las fincas y caminos se tiñeron de sangre, salieron los primeros desplazados de los años 50s. El Ejército había desalojado de la vereda Totoró a una banda de bandoleros de la época y mi hermano Oscar estaba en la finca de mi abuela Laura, en esta vereda, mi madre en el pueblo, estaba angustiada pues no sabíamos de mi hermano. Yo me ofrecí como voluntario para ir a la finca de mi abuela Laura. Era la época de la Pacificación del Presidente Valencia y el General Ruiz Novoa y Matallana, las épocas del batallón Voltìgeros y el batallón Colombia que estuvieron en Sevilla. Yo me fui y cogí el camino a Totoró y recuerdo a un grupo de campesinos amarrados de sus manos, en conjunto unos cincuenta campesinos en medio del camino, amarrados con laso, custodiados por soldados y uno pensando que estos eran los bandoleros. La Sevilla de la violencia. 

    Si la belleza rodea a Sevilla, la violencia como un vampiro no saciado de sangre, sigue en las calles, llevándose a los jóvenes, a los antiguos habitantes en la calle, en la carretera, en la finca. Entonces a cual Sevilla debo querer? A esta Sevilla violenta desde que tenemos memoria y más atrás todavía, la historia del Cóndor, de los diferentes cóndores que en Sevilla han sido, las veredas desalojadas y ocupadas por los contrarios, las mujeres como garantes del despojo de sus tierras protegiendo la vida de sus maridos y estos de sus mujeres. Pero desde siempre la Sevilla teñida en violencia política, azul y roja, ahora del uno y del otro grupo, desde siempre estas muertes.

    Es difícil decidir el amor por Sevilla, el dolor y la alegría en ese espacio que le dejamos en el corazón, los recuerdos y los amigos, la risa y la locura, la risa y la muerte. Entonces a cual Sevilla querer?
     Autor Edgar Alzate
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    |WebMaster - Alirio Acevedo Sánchez|
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