20 de junio de 2011

Ricardo Ospina

  • 20 de junio de 2011
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  • Ricardo era un hombre alto, de cabello negro, cejas grandes negras y con un bigote estilo mexicano que decoraba su figura desgarbada y triste. Mantenía un cigarrillo Pielroja en su boca, dándole un ligero estilo de galán de película. 

    Nunca se supo los motivos por los cuales llegó a Sevilla donde instaló una especie de cantina y arregladero de algunos electrodomésticos. Supe de su existencia porque mis compañeros de noche lo descubrieron gracias su característica principal: La música. Ricardo tenía la mejor música clásica desde Beethoven, Mozart, Bach, Vivaldi, y otros y también tenía música tropical y hermosos boleros tropicales, tangos y pasodobles. 

    Ricardo era un hombre culto, melómano empedernido y en sus días de melomanía, Ricardo se fumaba un porro, colocaba sus preferidos a volumen, y cerraba su tienda. A media luz, Ricardo se enclaustraba en su momento preferido, a escuchar su música. Solo dejaba entrar, abrir esa puerta, a algunos pocos como “Perica” Arcila, Miguel Osorio, Oscar Peláez y yo, que sin pedir permiso me le colaba con estos pocos y era testigo privilegiado del saber musical de mis amigos. 

    Nunca le conocimos familia, hasta que al cabo de los años, una amiga mía, resultó ser sobrina suya y me contaba que para ella era el tío perdido, que desapareció de su familia y se emocionaba mi amiga de saber que este tío cumplía con sus fantasías infantiles al comprobar que tenia un estilo huraño, solitario y marginal, remarcado por el olvido al que lo envió su padre, hermano de Ricardo, apenas este cayó en la cárcel.

    Era la época de la izquierda en Sevilla, los Comunistas mamertos, los Maoístas, los Trotskistas cuando llegaban de Bogotá o de Cali en diciembre, Lisandro Duque que siempre era esperado para escucharlo, el “Cojo Castaño” y su bella esposa de la época, comunista sectario que estuvo en la guerrilla un mes, le pegaron un tiro en la rodilla y preso por unos meses, tenia este certificado de su valentía política. Estos y otros personajes y grupos terminaban donde Ricardo, para emborracharse y conversar de todo un poco. Ricardo era un oasis en medio de la turbulencia de la izquierda de ese periodo. 

    Ricardo estuvo en la cárcel un tiempo, por un delito que nunca supimos, lo que le daba cierto aire mítico. Suponíamos que allí, en la cárcel, había aprendido su saber electrónico y la música. Como todo personaje, también mantuvo un pequeño grupo de fans, mujeres que nos acompañaron en estos recorridos y a quienes Ricardo apreciaba con un aire paternal y divertido. La “Tina” Restrepo, María Teresa Muñoz, Ana María Ochoa, y otras que no recuerdo, con los pequeños dramas románticos, líos familiares, amistades, que hicieron de Ricardo un segundo espacio en nuestra cotidianidad pueblerina y alegre. 

    Luego, se dispersó esta generación, nos fuimos a otros horizontes y con los años Ricardo también salió, y me cuentan que murió en un pueblo del Valle, adonde posiblemente llegó con su música o tal vez con un amor de sus años finales. Fue un espacio de tolerancia, aprendizajes, melodías, apasionadas conversaciones políticas, académicas y poéticas. 

    Mi amigo, Ernesto Pino, escribió hace poco en El Ciudadano, acerca de la importancia de la cultura en el desarrollo humano. Estoy de acuerdo, y creo que en Sevilla los administradores de la cultura olvidaron a estos interesantes personajes, a sus espacios creados para una generación. Cuando recuerdo a Ricardo Ospina, veo un pueblo sin muertos, con calles y campos para ser recorridos sin temor y como siempre con su musicalidad. 

    Tal vez Ricardo Ospina solamente fue un momento en una época, y esto lo condujo al olvido. Hoy en día, otros espacios lo reemplazaron y otros recuerdos acosan el momento presente. Solo consideré que era bueno hablar de Ricardo, mencionar su figura, su saber musical y su estilo personal. Un extraño personaje que un día llegó y nos ayudó a hacer más llevaderos los días de nuestras existencias en medio de las montañas sevillanas.
     Autor Edgar Alzate Díaz
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    |WebMaster - Alirio Acevedo Sánchez|
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