24 de septiembre de 2014
Venus, la Tierra y el efecto invernadero
Venus, la Tierra y el
efecto invernadero. O también: el infierno, el paraíso y el calentamiento
global.
El planeta Venus, caracterizado por esa
intensa luz de estrella, que muchos denominan lucero vespertino, brilla como
una guirnalda, haciéndonos compañía en las noches sin nubes, cuando miramos
hacia la bóveda celeste buscando las estrellas, que instaladas al alcance de
nuestros ojos, nos recuerdan el milagro de la vida. Pero luego descubrimos que
el brillo de Venus obedece al reflejo del sol, cuando este se mira en los envolventes
espejos de nubes sulfurosas, que como tenazas se aferran al planeta, creando
una atmósfera dentro de la cual se encuentra el infierno, como quedó demostrado
cuando los rusos hicieron descender, a través de las densas nubes de dióxido de
azufre y monóxido de carbono que envuelven su atmósfera, la sonda´ Venera´
hasta la superficie del mismo. La nave había sido diseñada como un batiscafo, previendo las condiciones
hostiles que los análisis de espectrografía entregaban a los astrónomos en sus
bases. En dos escasas horas esta fue
destrozada por la presión atmosférica de Venus, equivalente a 90 atmósferas terrestres, es decir, la que
se sentiría a mil metros de profundidad en el mar. Agregando a esto los casi
500ºC de temperatura constante, que los vientos hacen rotar sobre la superficie como un turbión destinado
a derretir cualquier material diferente al del basalto vitrificado que alguna
vez corrió como un río de lava por los
gigantescos canales que componen este dantesco
paisaje. En estas agónicas dos horas, ´ Venera` envió esa invaluable
información, que fue la primera obtenida en sitio; y nosotros evidenciamos el
resultado del efecto invernadero que alguna vez tuvo inicio en el planeta
vecino.
Venus, como todos los planetas del sistema
solar se formó por agregación constante de materiales provenientes de la
inmensa nube de polvo estelar que hace cinco mil millones de años se concentró
en un extremo de la Vía Láctea, dando lugar a los planetesimales (incipientes formaciones
planetarias que crecieron hasta
convertirse en los planetas que hoy conocemos).
Varias
características hacen único al planeta Venus en el Sistema Solar: presenta el
más extremado efecto invernadero, y su rotación es diferente en relación con los demás cuerpos de nuestro
sistema, exceptuando, claro está a
Urano; ambos giran sobre sí mismos en un movimiento retrógrado, en el sentido de las manecillas del reloj, de Este a
Oeste, en lugar de Oeste a Este como el resto de los planetas de nuestro
sistema.
Todos sabemos que la existencia de la Tierra y
de nosotros mismos es producto de un proceso de millones de años, donde ha
estado presente el intercambio de material estelar, mediante colisiones de los cuerpos celestes: cometas,
asteroides, meteoritos, mensajeros permanentes de la dinámica interplanetaria;
formando un entramado que los científicos tratan de descifrar.
Estamos sometidos a fuerzas descomunales que modelan la Tierra.
Pero nuestro planeta, a pesar de su dinámica
geológica, es habitable.
Estamos a la distancia indicada del Sol, como
para permitir la vida que hoy tenemos. La presencia de agua líquida es la
precondición para que esta exista. Vida que encontramos desde el fondo del mar
hasta los picos nevados de nuestras montañas, desde el trópico hasta los polos.
Nuestra atmósfera es la defensa de la Tierra;
ésta hace de escudo frente al constante bombardeo de meteoritos, que tras su
entrada arden en contacto con ella, destruyendo parte de estos y restando
volumen y velocidad a otros. El núcleo del planeta, mediante flujos de calor genera los campos magnéticos que protegen de la radiación que viene del Sol y de sitios más
distantes del universo. La capa de Ozono absorbe gran parte de la radiación
ultravioleta, etc.
Pero la Tierra está saturada de gases invernadero por el uso indiscriminado
de combustibles fósiles y por los Clorofluorocarburos (CFC). Los países
altamente industrializados, compiten por
la producción en serie, emitiendo cantidades descomunales de dióxido de carbono.
Las compañías que explotan los yacimientos y comercian con los combustibles,
pagan a sus “científicos” para que hagan
amañados balances, mintiendo acerca de los niveles de impacto sobre un
planeta que es de todos. Hace apenas unos años se produjo el derrame de crudo en
una de las plataformas que la British Petroleum Company tiene instaladas en el
Golfo de México, creando la más catastrófica situación en el frágil ecosistema
marino, y de paso, afectando a miles de pescadores artesanales que derivaban su
sustento de estas aguas. Y para no ir muy lejos, el irreparable daño ambiental
de la Chevron en Ecuador.
Cuando
los científicos envían máquinas no tripuladas a indagar por la naturaleza de
planetas, lunas, cometas y asteroides; haciendo estudios exhaustivos acerca del
origen, actividad pasada y actual, presencia de agua, etc. Uno se pregunta:
¿Buscan acaso un planeta que podamos
adecuar (como se pretende con Marte), para desechar este cuando la saturación tóxica lo
haga inhabitable? A diario encontramos especies desconocidas en todos los
rincones de la Tierra. ¿Por qué nos empeñamos en desconocer las maravillas de nuestro planeta, cuando apenas
empezamos a saber de él? Y la otra pregunta: ¿podremos salvar nuestro
Paraíso Terrenal?
Jacinto Lara
Sevilla, septiembre 20 de 2014