2 de abril de 2009

La Palabra.

  • 2 de abril de 2009
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  • No nos tomamos en serio, quizá ese sea la falla que le tocó a nuestra sociedad. Los políticos, los curas, los astrólogos, todos percibidos con cauto y desconfianza y la fe, creencia y seriedad de nuestro mundo pierde sentido. Mentira tras mentira nuestra razón condena nuestra fe al olvido y solo la esperanza le da respiro de vida. Inexplicable, inalterable y ahora mas que nunca imprescindible, la esperanza es la coyuntura entre la vida y el humano. Pero ser serio y tener esperanza no cuaja en nuestros tiempos. Cuando la formula resulta ser todo lo contrario, el escepticismo es lo irrazonable y la fe el guardián de la cordura. 


    La seriedad de la Palabra, la sagrada Palabra, es el sustento del mundo del positivismo. El positivismo es más antiguo de lo que se relata. Es un cambio, una revolución que ocasionó la revelación del hombre, el positivismo como el humanismo, preceden nuestros cesares, cristos y cabalas. El arranque del hombre es lo que lo escala a superioridad sobre todo ser viviente, aun así no vidente, en la faz de nuestra esfera. Pero todo eso se esfuma en el infinito cuando no hay fe en la Palabra. Pronunciada o escrita, la Palabra es nuestra unidad de pensamiento, nuestra unidad de unidades, idea de ideales y es imperativa su existencia para que nuestra o cualquier otra civilización exista y perdure.

    El cumplimiento de la palabra de un hombre es el poder predominante de nuestra raza y en nuestra sociedad contemporánea, acentuada por una filosofía nihilista, dudamos su valor con tanto furor que no se tiene seriedad ni fe en ella sino indiferencia, apatía, y desconfianza. La desconfianza solo puede crear más desconfianza perpetuándose en una cadena larga y fuerte, imposible de romper. Se requiere fe, así sea ciega, para romper la cadena, el mero poder de creer y crear es lo que exalta al hombre. En tiempos primitivos, cuando la tierra aun era indomable y el cielo limitado a los dioses, la palabra era un símbolo divino. El encanto y el misterio del mundo nos urgía inventar alguna manera de explorarlo, de definirlo y de compartirlo con nuestros compañeros de vida.

    Pasaron milenios explorando y definiendo el mundo hasta llegar a un mundo complejo, mas sin embargo igual de caótico y misterioso. Entonces parece, para muchos, una gran farsa, una absurda realidad inexplicable y sin propósito. Y quizás tengan razón, pues fue Tomás Hobbes, hace cuatrocientos años, quien acertó que “la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve.” Las trivialidades del mundo físico nos ha resignado a una vida sin importancia.

    Pero hay que creer y crear. Solo falta mirar a nuestro alrededor para ver nuestro alcanzo. De tribus nómadas recorriendo el desierto arábico nuestra civilización ha llegado a la faz de la luna. En este mismo instante tenemos el satélite Voyager 1 cruzando la frontera de nuestro sistema estelar para que aquí, a 16 billones de kilómetros, en esta piedrita terrestre, nosotros podamos estudiar y entender el cosmos. 

    Ahora más que nunca, en un mundo que rechaza la metafísica y construye hombres egoístas, rencorosos, brutos y débiles, es cuando los sueños se tienen que hacer realidad. Necesitamos que las ideas y las palabras fluyan de toda fuente posible. Tenemos que encontrar nuestro norte como comunidad terrestre. Hay que enseñar a querer esta vida, explorarla de nuevo y de nuevas formas. Hay que encontrar lo divino, sea como lo queramos definir. Hay que sustentar nuestras ideas y nuestras palabras con acciones. Tenemos que creer y crear un mundo nuevo.
    Andrés Ceballos.
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    |WebMaster - Alirio Acevedo Sánchez|
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