21 de julio de 2009
Recordando nuestros cafés
El café es según Léon- Paul Fargue, “El centro del universo al alcance de todos” y famosos fueron en la historia del mundo el café Louvres en Praga, el Procope en Paris; la Victoria , el Windsor y el Automático en Bogotá, el Globo en Medellín y la Cueva , en Barranquilla.
Revivo las historias de los cafés, porque tradicionalmente estos lugares ha sido un nido de poetas, esquina de los músicos, mesa de los pintores; refugio de los “entusados”, centro de la dialéctica, lugar donde se inspira el discurso y la casa donde se origina todo el barullo de pueblos y ciudades.

Desde estos lugares los matones de otrora, revisaban el tambor de sus revólveres y allí se les ordenaba quien estaba sentenciado a morir ese día; en esos mismos escenarios se escribían las cartas anónimas amenazantes para ordenar a otros el desplazamiento de sus tierras, que después adquirían los “señores” de misa y confesionario permanente.
Pero estos sitios no fueron sólo prólogo de muerte, también fueron rincones para la vida porque entre espirales de humo, aroma de café y copas de aguardiente nació la prosa y se inspiró el verso, se ensayó la serenata, se hizo el boceto para una caricatura; se planearon casorios, noviazgos, despedidas porque a los cafés llegaba el letrado, el analfabeta, el cura, el sacristán, el agorero, los arrieros, los vaqueros; el andariego, los campesinos, los Tahúres, los bandidos y los guapos.
En estos rincones quedó el recuerdo de Hugo Toro Echeverri, Alberto Parra Arcila, las notas musicales del Conjunto Serenata; las hazañas de Ernesto “La pulga gallego”, la picaresca de Juanita la Loca y el Mono Correlón, la jerga de los arrieros, los inolvidables recuerdos del fútbol, la habilidad de Chonto y Cholo, el sermón del Padre Buenaventura y con ellos los tristes capítulos de la violencia escritos por Marcos, Onésimo y Guillermo Granada, Gilberto Sánchez, Luis Zapata (el Montañero), Trasnocho, Caín, Celedonio Vargas; Puente Roto, Paticortico, el Mosco y tantos otros “pájaros” diestros en el manejo de revólveres, carabinas, puñales o machetes.
Al escribir la historia de los cafés en Sevilla, no se puede dejar por fuera el olor, el color y el sabor de la Colilla , la Venada , Rosita la Careluna ; María, la Viuda , la Templete , la Diabla , la Patecambio , la Pava , la Chichimoca , bellas divas de aquel pasado romántico y trágico porque ellas con sus curvas enloquecieron a los hombres del pasado.
Para fortuna nuestra aún permanecen en el tiempo y el espacio, los cafés Vesubio, Ginebra, el Real Madrid y Casa Blanca y mientras ellos tengan vida existirá un espacio para parlar, soñar y poetizar el acontecer diario de la comarca, al calor de un tinto o un doble de aguardiente bajo los aires de una guitarra, una flauta, un violín o un bandoneón.
Javier Marulanda. Sevilla Valle, Julio 21 de 2009.