8 de septiembre de 2009
Defensa del idioma
Colombia se ha destacado en el concierto mundial en muchos aspectos, entre los cuales cabe mencionar dos: pasamos por usar bien el español y somos un país de leyes.
La Ley 14 de 1979 se refiere, entre otras cosas, a las siguientes: Artículo 2. A partir de la vigencia de la presente ley y sin perjuicio de los tratados y convenios sobre la materia que obliguen a Colombia, no podrán emplearse como marcas palabras que pertenezcan a idiomas extranjeros.
El primero, cada día se va alejando más de la realidad.
En cuanto al segundo, por supuesto, la lengua también ha sido considerada en el ámbito jurídico.
En el gobierno de Julio César Turbay Ayala, se promulgaron dos normas -la Ley 14 de 1979 y el decreto 2744 de 1980-, que poco o nada han logrado en el rescate del buen uso del idioma.
Por su parte, el decreto 2744 de 1980 dice: Artículo 1o. El uso correcto de la lengua española que es la oficial y nacional y cuya defensa se propone la Ley 14 de 1979, proscribe no solamente el empleo de voces o palabras en idioma extranjero, en los documentos y casos a que dicha ley se refiere, sino el de construcciones gramaticales ajenas a la índole de la lengua española.
Artículo 11. Es obligatorio para los locutores, animadores y ejecutores de programas de radio y televisión la observancia de las disposiciones legales y reglamentarias sobre defensa del idioma. Los directores de las estaciones y empresas respectivas velarán por el cumplimiento de dichas normas. Esta exigencia deberá ser más estricta en las empresas oficiales dedicadas a esos sistemas de difusión.
Cabe aquí preguntarse qué mecanismos han adoptado las entidades cobijadas por estas normas para propiciar el buen uso del español, cuando todo el mundo comenta en voz baja acerca de la pobre calidad lingüística tanto de quienes animan programas, presentan noticias o cumplen con cualquier función en los llamados medios de comunicación, como de los comerciales que allí se pasan.
Sería muy saludable si todos los clientes exigieran un buen control lingüístico en sus trabajos y no pasaran por alto la forma de expresar esos mensajes, pues todos los hispanohablantes somos sus receptores.
Si se obrara como proponemos, no veríamos en la televisión gazapos del calibre de ...las mata bien muertas , como si la muerte tuviera grados; cien por ciento , en vez de la expresión válida ciento por ciento ; minibotellita , un doble diminutivo, que da la idea de algo microscópico; Quiere cacao, una pregunta sin signos que así la identifiquen; Run run , voz onomatopéyica que, por ser un sustantivo, no se puede dividir y cuya forma correcta es runrún, plural runrunes, etc., etc. Hay muchísima tela por cortar.
No pretendemos un uso ultracorrecto del idioma, sino que lo común y corriente se diga con base en la norma que a todos nos rige.
Siempre hemos defendido la tesis de que los medios de información deben ser, esencialmente, difusores del buen uso de la lengua y no multiplicadores de errores.
Recordamos que, en una ocasión, el Ministerio de Hacienda contrató con una agencia de publicidad la elaboración de un folleto alusivo al pago de impuestos. En todo el curso se utilizó el verbo grabar -en lugar del normal gravar- para indicar la acción de pagar tributos. Un funcionario de alta alcurnia del ministerio, para mal de la agencia, descubrió el esperpento e impidió la circulación de tal despropósito. Esto ocurrió hace unos seis años y la agencia de publicidad perdió cinco millones de pesos de la época.
Qué se puede argüir cuando las cosas son hechas mal? Nada! La moraleja de este somero análisis nos lleva a pensar que, si seguimos como vamos, muy pronto perderemos uno de los pilares positivos por los cuales Colombia aún es reconocida en el mundo. Lástima por la lengua cervantina!
Antonio J. Arias B. Lingüista Y Periodista