8 de septiembre de 2009
El humanismo y la movilidad.
Recientemente atendí un taller de capacitación titulada: Migración, Integración, Derechos Humanos e Incidencia Política, organizada por Fundación Esperanza, una organización dedicada a revindicar aquellos afectados por la impunidad “de los derechos humanos vulnerados en contexto de movilidad. En este taller se desempeñó diferentes actividades y discusiones acerca de la movilidad humana con varios actores afectados por el problema del desplazamiento. Atendieron líderes del parque Tercer Milenio y otras comunidades desplazadas, representantes del Ministerio de Relaciones Exteriores y de la administración distrital, y docentes de varias instituciones académicas. Aquí me di cuenta que el taller es un buen escenario para desarrollar una metodología investigativa en estudios de las ciencias sociales. Investigaciones sobre problemas sociales tienen que tomar lugar en un entorno social. El taller permite que todos los actores de un problema social, como el desplazamiento, se concientizen y trabajen para crear una solución a tal problema. Este tipo de estudio, que se enfoca en la acción al igual que en la metodología, parte reconociendo la subjetividad de la ciencia y más fácilmente conduce al mejoramiento del estado social.
Ocurre hoy en día la precaria situación de aquellas personas que no toman la decisión de mover(sen) sino que son forzadas a huir. Son despojadas de su tierra y apartadas de sus seres queridos a un mundo que no las quiere y las rechaza. Estos individuos buscan refugio en tierras extranjeras a las suyas para olvidar el pasado y crear un futuro nuevo. Forman parte de una comunidad sin nombre que sufre un desplazamiento de identidad. De los desplazados no hay nombres sino porcentajes; no son sino estadísticas, cuerpos ambulantes y personas sin rostros. Ante este hecho, se requiere educación sobre estos temas contemporáneos de movilidad humana y se necesita concientizarse de estos seres despojados. En la lucha contra el desplazamiento es imprescindible también ver los nombres y rostros de estos individuos. No solo es necesario que los círculos académicos, los medios de comunicaciones y todos los sectores sociales que trabajen con temas de movilidad y desplazamiento, conozcan e interactúen con los afligidos; es necesario que todos tengamos conciencia de manera personal.
Pero tenemos, como seres humanos, el derecho a la movilidad? Deben los congresos u otras asambleas constituyentes pasar legislación estableciendo el derecho del hombre y de la mujer de cambiar de entorno, de trasladarse de un punto a otro? Como definimos este derecho y como lo implementamos? Y, aun mas importante, como nos definimos nosotros? Quien exige este derecho? Si partimos de que los seres humanos somos seres de conciencia fisiológica, adversos al cambio, que temen lo incierto y desconocido, y que sentimos la necesidad de un leviatán todopoderoso – entonces la respuesta, lamentablemente, es Si. El desplazamiento y la búsqueda de refugio surgen siempre cuando partimos de esta definición del ser humano. No hay ley ni mandamiento que remedie la violencia partiendo de esta definición. Pero la violencia no es un fenómeno natural que es tan cierto como el día y la noche. La violencia es un fenómeno social y destructivo que no solo se debe resaltar en las lecturas de la academia sino también se debe resaltar en las acciones colectivas de todo ser conciente.
El estudio de la movilidad tuvo principios como parte de las ciencias naturales y ahora tienen puesto dominante en las ciencias sociales como la antropología y la sociología. La necesidad de entender nuestro entorno impulsó que lo observáramos y de esas observaciones nacen todas las ciencias, pero el concepto del hombre cambió radicalmente desde la expedición de Darwin a los Galápagos, época en que el hombre se libró de su descendencia divina y entro a la taxonomía animal, se integró a la creación de dios en ves de vanamente aislarse. El cambio de perspectiva del hombre como ser descendiente del cielo – hecho en la misma imagen de dios, absoluto e inmutable, a la moderna apreciación del hombre como ser evolutivo – marca la ilustración de la era moderna. La observación y el entendimiento de cambios en el ser humano y su entorno durante su larga historia nos proveen una mejor óptica para estudiar fenómenos de la actualidad social.
No creo que seamos los primeros en pensar de estudios de movilidad; la idea debe nacer con las primeras encarnaciones del género humano. Tuvo que ser un antepasado primitivo nuestro, en búsqueda de alimento, en medio de su desespero, con su cuerpo erguido y su mirada levantada, uno de los primeros en observar patrones de migraciones en un mundo indomado y peligroso. Desde entonces observamos que todo fluye y que si ponemos cuidado quizás encontremos patrones – como los patrones migratorios del león o el jabalí. El estudio empieza cuando el ser humano tiene la epifanía que la naturaleza, con suficiente observación y conocimiento, puede ser predecible.
Desde ese entonces hasta hoy esta observación se torna de la naturaleza a nosotros mismos. La investigación sobre la movilidad humana surge ahora en medio de una crisis alarmante de desplazamiento y desafortunadamente carecemos de soluciones inmediatas aparte de la dependencia en la caridad de pueblos foráneos. Colombia, como todo pueblo que sufre de desplazamiento, necesita soluciones internas para sus problemas humanitarios. Se necesita investigación y acción de parte de nosotros que lo estamos viviendo. Y el problema no se limita a Colombia, pues nuestro vecino del sur también es afectado por el conflicto interno y le ha tocado recibir números desproporcionados de desplazados Colombianos.
Un tema dominante del taller era la aceptación y la integración de todos los pueblos de la región Andina. Se pidió que todos los participantes trascendieran fronteras políticas imaginarias para ver más allá de los problemas nacionales. La ampliación de conciencia humana exigida por el taller es imprescindible para la construcción de una solución real al problema del desplazamiento. Es importante que toda persona entienda que más que la cruz roja y sus aid kits o USAID y todo su presupuesto para el desarrollo humano – estos seres desplazados y despojados de su tierra, cultura y familia – necesitan Amor. Amor demostrado por la aceptación e integración a una comunidad. Toda ONG del mundo con los expertos de más alto nivel no iguala la empatía y bondad de otro ser humano. No es el más humanitario el que tira más euros al problema de desplazamiento sino el que más puede empatizar con la persona desplazada. Es mas humanitario el vecino que compra dos libras de carne y una bolsa de leche demás para una familia en necesidad que aquel ejecutivo que firma la autorización de una distribución masiva de alimentos sin que en su vida se haya sentado a hablar con un hombre pobre y desplazado.
Se empieza con un balance de mentes abiertas, brazos abiertos y corazones abiertos. Es bueno recordar la admonición del Santo de Asís que dice, “Donde hay amor y sabiduría no hay temor ni ignorancia” o la oración simple Cristiana que dice, “Señor haz de mi tu instrumento,[…] donde hay odio hazme amor,[…] donde hay violencia hazme paz.” Los prejuicios y miedos de personas diferentes se tienen que disipar en un ambiente de comprensión y empatía entre seres humanos. Se necesitan abrir mentes, brazos y corazones para lograr solución humanitaria a un problema humanitario. En todo nivel que se este elaborando una solución a un problema social, sea mundial, nacional o local es mejor el estudio, entendimiento y aceptación a toda nuestra realidad. Todos deberíamos querer ser personas con conciencias cósmicas y como dijo el maestro antioqueño, “en realidad, la conciencia es todo en el hombre y el secreto de la sabiduría consiste en vivir con todas las cosas. Para entender al niño hay que tener la emoción infantil. Para entender a los astros hay que vivir con ellos.”
(Gonzáles Ochoa, Fernando. Mi Simón Bolívar (Lucas Ochoa). Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín: 1993).
(Gonzáles Ochoa, Fernando. Mi Simón Bolívar (Lucas Ochoa). Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín: 1993).
Andrés Ceballos.