2 de octubre de 2009

Colegio General Santander de Sevilla años 70

  • 2 de octubre de 2009
  • Share
  • No soy amigo del dicho popular de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Considero que como los hijos, cada época trae su pan, y su afán. En este caso a una generación de sevillanos nos tocó caminar en los años sesenta y setenta, durante una época de cambios y nuevos paradigmas y es a esta temporada a la que me voy a referir sintéticamente.

    Una numerosa generación de sevillanos estudiamos en el antiguo Colegio Santander. Era esta una casa inmensa con grandes salones, ventanas altas, abiertas casi que permanentemente, y por las que en ocasiones algunos se evadían de clases. Este antiguo colegio, que también fue derruido sin piedad, para no dejar nada en el espacio que ocupaba, dejó simplemente otro vació, otro olvido. Sevilla mantiene una extraña vocación por destruir los bienes históricos que pueden conservar la memoria del pueblo, en un aire supuestamente modernista y hasta ahora no cuestionado por ninguna autoridad municipal, mas bien, agenciado desde las diferentes esferas administrativas que en el municipio han estado, afectando y destruyendo nuestros bienes históricos, como esa casona educativa, que albergó a una generación inquieta y como aquella época, con muchos intereses diferentes.

    Como ejemplo de nuestras disipaciones algunos de nosotros con mis amigos Oscar Gallego, Alberto Sánchez, Carlos Humberto y Jairo, acompañados por el profesor Nelson Ortiz, buscábamos platillos voladores, mientras discutíamos acerca de la existencia de Dios. En estos años setenta se reencaucharon en Sevilla las ideas Marxistas, el existencialismo, los partidos de izquierda y de derecha, la poesía del Tuerto López y la de nuestro paisano Alberto Parra Arcila, Nietzche, Rimbaud y el Rock and Roll. Pero eran aquellas cosas que hacíamos en los setenta, con curiosidad y diversión. Otros, debo decirlo, jugaban fútbol, o simplemente no hacían nada.

    Con el colegio, mi memoria me trae al profesor Harold Ocampo Raffo, Conde de Palmira, quien nos elaboraba en las clases de matemáticas, juegos de velocidad mental aritmética, mientras su esposa llegaba con los rulos colocados en su pelo, a pedirle por la leche de sus hijos. O Nuestro profesor Restrepo, en historia y geografía, que cada que equivocábamos la ubicación de un sitio histórico- geográfico, nos decía: “Y desde cuando lo pasaron para allá”. También el profesor Eduardo Trujillo con sus amenas clases de literatura, que nos enseñó que significaba la palabra bazofia, locuaz y otras. O el profesor Gaviria, que de vez en cuando nos cantaba sus boleros del Conjunto Serenata. Todos eran profesores muy particulares, cada uno con un estilo y un conocimiento que fueron tolerantes y discursivos en aquella época de ideas y confrontaciones.

    El Colegio era un resonante de lo que vivíamos en las calles, en los caminos veredales, en las noches de diálogos y discusiones. Una concentración de personajes interesantes, cultos y actualizados, en literatura, teatro, música, poesía, plástica, se desenvolvía en las calles del pueblo. El café de Ricardo, adonde se escuchaba a Mozart, Beethoven, Bach, y también a los boleristas como Charlie Figueroa buscando tu recuerdo, o Hola soledad, conversando a las tres de la mañana, en medio de la bruma, de la hermosa y densa neblina sevillana, que caía de los páramos, de las montañas adyacentes. El café de Ricardo Ospina, melómano nunca bien ponderado, en una noche de alegría, nos juntábamos los diferentes partidos y tendencias izquierdistas, en respeto, en un respeto que solo la territorialidad sevillana podría desplegar y expandir.

    Nuestro Colegio desarrolló festivales de teatro estudiantil con alta calidad escénica y actoral. Con Directores como Álvaro Rodríguez que terminaba su bachillerato, Almilkar Posada, Orlando Almansa, Carlos Vicente Arcila, el profesor Gallego y Trujillo, creadores de teatro, ejecutando a autores como Ionesco, Mitchell De Gilderot, Oscar Wilde, y otros que no recuerdo. Festivales de la cultura, que dirigía Oscar Peláez Peña y a los cuales apoyamos activamente un grupo de amigos y amigas, trayendo al Teatro Popular de Bogotá o TPB, al Teatro experimental de Cali, de Enrique Buenaventura, que estuvo en Sevilla dos días. A pintores como Omar Rayo, la filarmónica del Valle, todo esto patrocinado por las entidades oficiales, por el alcalde del momento, y por muchas familias que con gusto albergaron a los actores, a los músicos, y a los artistas que venían. Esta época del setenta dio muchas crías, o por lo menos juntó saberes, desenvolviéndose todos los personajes, disidencias, primando el hacer arte, vinculando la estética al desarrollo de cada vida, en medio de las calles, en las familias, en los asombros de nuestros padres, en la autorización de la autoridad política, en un pueblo abierto, a pesar de su conservadurismo cultural y religioso, y en medio de la alegría, un colegio vinculante.

    Un colegio en los setenta, con sus muchas, tal vez demasiadas huelgas, con sus actores en este proceso, sus injusticias históricas con aquellas personas que se tuvieron que vincular a estos asuntos, arrastrados por este huracán de ideas y disconformidades, en este pueblo inquieto, atrapado en medio de dos culturas. El Valle del Cauca, plano y horizontal y al fondo el mar Pacifico que nos envía sus tormentas eléctricas, en medio de la noche, como arreboles y premios para este caserío que lo mira detrás de la montaña, y esta montaña cafetera a la que le debe su historia, sus creencias y su moral.

    No alcanzo a rememorar tantas cosas y acontecimientos vividos, pues eran muchas las que pasaban. A veces pienso el porqué ocurrió todo este ajetreo artístico y cultural en aquel momento. Ahora creo que este Colegio General Santander en los años setenta, pudo producir todo eso, gracias a sus paredes en bareque, a su color amarillo, sus techos de tejas de barro, su cancha de fútbol y su espacio abierto para el juego y la charla, fue lo que hizo esta época tan especial, bajo los aleros de los techos colgantes del antiguo colegio General Santander.

    Autor: Edgar Alzate Díaz
    Todos los derechos reservados
    |WebMaster - Alirio Acevedo Sánchez|
    Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

    Subscribe