16 de diciembre de 2013

Era Sevilla un pueblo lírico

  • 16 de diciembre de 2013
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  • Para mis hermanos y hermanas, que disfrutaron de esa época.
    Para Gonzalo Cañas, testigo de aquellos tiempos.

    Hace muchísimos años Sevilla la de Valle, era un pueblo desprevenido, sin culpas y con su conciencia tranquila después de superar una época violenta. Hablemos de los 1.965. Las fiestas natalicias de nuestro terruño se denominaban como las fiestas de la Cosecha, y pobres y ricos, jóvenes y adultos, entraban en un jolgorio lleno de carrozas, arte y risas. Camilo Escobar decoraba las carrozas en las que competían los señores y señoras del pueblo, donando las utilidades a causas benéficas. Los borrachos, se tiraban en la calle, rodeados de velas, mientras sus amigos lloraban la pérdida de ese ser que explayado dormía en medio de la fiesta, mientras el tráfico, sin inmutarse se desviaba y la gente gozaba. Era la época de la Doble al Manzanillo, cuando tomar alcohol no era un estigma, sino una condición de nobleza y masculinidad. El más borracho se disfrazaba, se montaba en una bicicleta vieja y acompañado por otros patrocinadores más borrachos que él, partían rumbo al Manzanillo, con sus respectivas etapas en Tres Esquinas, El Venado y demás, y regresaban en la tarde con algunos rasguños, sin inmutarse. Todavía me pregunto, de donde sacaban esa capacidad para correr y tomar alcohol y resistir sin que le diera a ninguno de los participantes un infarto. Era una Sevilla graciosa sin preocupaciones por el futuro, pues la prosperidad sonreía y no se avistaban nubarrones en el cielo.

    En estas, llegaban timadores de otras latitudes para aprovecharse de la inocencia de un pueblo que encerrado, no sabía de cómo estaba cambiando al otro lado, el mundo. Un día, de luces y verano, cuando en Sevilla  se llena de azul el cielo, las lluvias no aparecen y el parque de la Concordia parece que estuviera pintado de amarillo, un dia de estos, llegó a Sevilla un personaje que dijo ser el Representante Legal del conjunto Los Graduados, exitosa banda de la música chucu chucu, muy bailada en la Sevilla sesentera. Pues bien, este cordial amigo se instaló en la cafetería La Fuente, lugar adonde iban los jóvenes de la época  y durante tres días con sus noches, este personaje se dedicó a beber y a invitar a todo aquel que quiso, compró lociones y se las regalaba a las muchachas, habló de los Graduados, pagó todo con cheques y al tercer día, como número arcano, desapareció. Todos los cheques salieron malos, sin fondos, y los acongojados dueños de los negocios se dieron cuenta entonces, que Sevilla no estaba sola en la vida.

    Era una Sevilla inocente, a pesar de que acabábamos de dejar el episodio de la violencia y llegaban unos años de tranquilidad y prosperidad, cuando solíamos correr y caminar por entre las montañas, y todavía el olor de la cereza de café inundaba nuestras calles. En esa Sevilla, que también se desvelaba por las reinas de belleza, que aun sentía nostalgia por nuestra linda reina departamental Doris Gil,  esperábamos que por fin, la guirnalda de Cartagena se posara en la cabeza de alguna hermosa Sevillana, que como dice la canción “tus hermosas mujeres Sevilla”, nos presentara ante la nación y el Departamento, como lo que realmente éramos o creíamos que éramos, una cosecha de belleza femenina. 

    Y, desde su inocencia, sus uno setenta metros de estatura y luciendo aún su sonrisa de colegiala, hija de familia, blanca y llena de optimismo en la vida, apareció Norha Elena Mesa. Todo el pueblo, desde el centro del caserío, hasta la periferia, pasando por la zona de prostitución, las veredas y corregimientos, Norha Elena inundó con su sonrisa los corazones de los sevillanos con un ahora sí vamos por lo que vamos. Llegamos al reinado Departamental e igual que con la Selección Colombia, todas las apuestas daban para que nuestra graciosa reina departamental se quedara con la guirnalda en Cartagena. Las señoras de la sociedad de aquel entonces, cuando Sevilla tenía algo que se llamaba Sociedad, acompañaron a la Reina en Cartagena. Los telegramas llegaban exultantes de optimismo y convencidos estábamos de nuestro reinado. Pero, como todo, después de los días, Sevilla perdió el reinado nacional de belleza y un estribillo llenó las calles del pueblo: “Si, como no, nos robaron la corona y el jurado se voló”. 

    Creo que fue la primera vez, después de los años de alegría, que Sevilla se dio cuenta que las cosas estaban cambiando, ya los muchachos salían para Londres y Nueva York, las novias se quedaban solas, las fiestas de la cosecha desaparecieron y llegaron otros tiempos, habían pasado las festividades y el guayabo de la nueva era  llegaba a nuestro pueblo. De Norha Elena, no volvimos a saber, que fue de su belleza, en cual lugar del mundo terminó?, solo recordamos ese estribillo que marcó el cambio de nuestro tiempo sevillano: Si señor, como no, nos robaron la corona y el jurado se voló. 

    Edgar Álzate Díaz
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    |WebMaster - Alirio Acevedo Sánchez|
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