12 de mayo de 2009

Luces para el Camino No. 2

  • 12 de mayo de 2009
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  • En mi artículo anterior “Luces para el Camino No.1”, invitaba a mis paisan@s a que nos preguntáramos sobre que es lo que realmente queremos lograr como sueño colectivo, como pueblo o como Sevillan@s. Que revisáramos lo que ha pasado y está pasando con el pueblo de Sevilla ¡Tierra de maravilla. Una Ciudad para Querer! Este pedazo de tierra hecha a pulso por nuestros abuel@s, y que de momento se encuentra sumido en la más profunda crisis social, política, económica y ambiental, nos está retando a ser muy pero muy creativos si queremos transformarla y convertirla en lo soñado. Un pueblo, en el que al parecer sus hereder@s desconocen o no les importa, que es lo mismo, lo que viene sucediendo en él y con él. Hacemos honor al dicho popular “no peleamos ni una herencia”, porque no estamos reclamando ni defendiendo lo que nos pertenece. Nuestro papel de espectadores de espaldas a los hechos, solo facilita que los politiqueros de turno estén vendiendo o regalando nuestro patrimonio al mejor postor o impostor, que con capital nacional o transnacional, lavado o sucio, nos están empobreciendo. 
    ¿Quién no ha soñado con regresar a pasar los últimos años al terruño y envejecer con la tranquilidad que requiere un cuerpo cargado de años, y estar en el único lugar en el mundo donde realmente nos conocen o reconocen, donde aún recuerdan de quienes somos hij@s, donde nos llaman por nuestro nombre o apellido o por el apodo del cual ya casi olvidábamos? Seguramente hay conmigo muchas personas soñándolo, pero que estamos haciendo desde adentro o desde afuera del pueblo para encontrar ese lugarcito añorado. Como hacer para que el caminar por sus calles y parques, el ir hasta tres esquinas y pararnos a ver los atardeceres o las noches iluminadas por las estrellas, nos volvamos a sentir embriagados con la tranquilidad que no contempla las horas del reloj. Que el escuchar las campanadas de la iglesia no signifique una marcada del tiempo, sino una invitación al encuentro, ya sea en la iglesia o en una banca del parque de la Concordia o del barrio El Pinar. 
    Será que el pueblo que algún día abandonamos, ¿estará dispuesto con las condiciones añoradas a la espera de nuestro regreso? Realmente lo dudo, y lo digo porque al parecer nuestro pueblo ya no es tan “nuestro” pueblo. Y no lo digo porque no reconozca el cambio y la transformación por el que pasa cualquier sociedad y su hábitat, solo que ésta, la nuestra, ha querido copiar un modelo o ha estado inmersa en él, el mismo que hoy día está en crisis, un modelo de desarrollo que fortalece el mercado y desprecia a la gente, que quiere borrar las diferencias, que no permite el cuestionamiento y que se fortalece con el egoísmo. Lo anterior, lo he podido sentir, escuchado, leer, ver y percibir. 
    La tierra que florecía varias veces al año con flores de diferentes colores y diferentes aromas, se encuentra desolada y triste. La fertilidad de estas montañas donde naciera el café más rico del mundo, que nos dio el reconocimiento nacional e internacional y nos llenó de orgullo, hoy día rueda loma abajo por las diferentes cuencas tiñendo las aguas cristalinas de los ríos y quebradas de colores pardos y amarillos, matando las sabaletas y corronchos que de nin@s solíamos pescar. La otra parte de la fertilidad que no es arrastrada cuesta abajo por los fuertes aguaceros, se la llevan montada en camiones para la planta en Yumbo para ser convertida en papel. Papel que está dejando a las quebradas sin agua y a las tierras sin gente y sin comida. Si a lo anterior le sumamos la llegada de un número grueso de foráneos de dudosa procedencia y sus testaferros, los cuales buscan comprar grandes extensiones de tierra para establecer sus ganaderías y monocultivos insustentables para sembrar café, frutales, plátanos, pinos y eucaliptos. Ese paisaje productivo de las pequeñas fincas (entre 10 y 15 plazas) que mal que bien, entendieron en su tiempo la importancia de la protección y cuidado de los suelos y de las aguas, están en vía y peligro de extinción. 
    En el parque de La Concordia donde se concentraban un número considerable de campesin@s que trabajaban esas tierras y que esperaban los días sábado el pago de la semana, ya no se ven ni en el número ni en su objeto. Pues los pocos que se ven, están a la espera de una “coloquita, así sea por una semanita mal paga”. Pues el hambre que años atrás era difícil de sentir y menos de ver, campea por las veredas y por el pueblo. El empobrecimiento al que han sido sometidas a nombre del llamado “Desarrollo” las familias Sevillanas, tienen que ver directamente con lo que este artículo quiere poner en evidencia, así sea solo tocando dos aspectos. Uno, de lo que viene pasado en lo rural, y el otro, de lo que también está pasando en lo urbano. Tanto el uno como el otro, están ligados profundamente. Luego hablaremos de los otros y profundizaremos en estos.
    Los cultivos de pino y eucalipto que hoy día se encuentran sembrados en un área entre 9.000 y 10.000 hectáreas (Alrededor de 15.000 plazas) y que esperan llegar a 20.000 Has en dos o tres años, debido seguramente a las buenas expectativas del mercado, donde año tras año hay incrementos en el precio por encima del 20%. Yo me pregunto, ¿Sobre que tierras se estará planificando los nuevos cultivos? Las otras 10.000 has., de momento no se donde están, lo que si sé, es que alrededor del cultivo de pinos y eucaliptos, viven un número considerable de familias en pequeñas fincas, que al sumarlas, poseen más o menos esa tierra y que están siendo presionadas a abandonar las tierras a través de varias estrategias.
    Estos cultivos se encuentran en las mejores tierras de nuestro municipio. Han desplazado no solamente a la gente, sino a los paisajes productivos a los montes nativos con sus aguas, que sustentaron de manera directa a las familias campesinas que habitaban esas tierras y a los pobladores de la cabecera municipal. Ya que de una u otra manera, contribuían notoriamente a la economía local, ya fuera subsidiando con la mano de obra familiar, donde el efecto directo estaba en el sustento de precios bajos de sus productos (características de la economía campesina), lo que permitía la abundancia de comida para tod@s. Si se pudieran recuperar esas tierras nuevamente (desde la posesión, pues desde la fertilidad un poco más complicado y tomaría un buen tiempo), alcanzaría perfectamente para que quinientas (500) o seiscientas (600) familias campesinas volvieran al campo a hacer lo que ellas mejor hacen, trabajar la tierra. 
    Al consolidase de nuevo ese laso solidario y necesario entre lo urbano y lo rural, es como una sociedad de cualquier parte del mundo, puede sobrevivir cualquier crisis y pasar a tener un mejor vivir. Y si cada un@ de nosotr@s que estamos afuera nos empeñáramos en recuperar un pedazo de la tierra de nuestros ancestros, he iniciáramos un camino hacia nuestras raíces campesinas y volver a sembrar de todo lo que la tierra sabe dar, no solo café, pues no solo de café viven los hombres y las mujeres. Una propuesta donde prime la defensa y el respeto por lo colectivo, donde los mayores vuelvan a tener quien los escuche, donde encontrarnos, mirarnos y hablar, sea más importante que comunicarnos por celular o por la Internet, donde el caminar y el pasear sin afanes, no se vean amenazados por las altas velocidades de las motos y de los carros timoneados por el egoísmo y por la arrogancia. A ese lugar, es al que yo si quiero regresar. 

    El ruido, la velocidad y la prepotencia, han invadido las calles del pueblo. L@s adolescentes en su etapa de carencia, en una sociedad que no brinda la posibilidad a que ést@s jóvenes puedan empezar a hilar un futuro con algún halo de dignidad, y que por el contrario los impulsa a la competencia, a ser los primeros por encima de los demás (la competitividad), a que hay que tener y poseer sin importar los medios (las pirámides), a que el llegar a ser indigno y no ético es parte fundamental de un ser astuto, vivo, inteligente y que además cosas como estas o similares “pagan”. Una sociedad que impulsa a que un ser lo que debe buscar como fin, es poder llegar a vivir de los demás sin el mayor esfuerzo. Son estos muchos de los jóvenes (hombres y mujeres) y algunos foráneos, los que en sus motos y carros que sus papitos y mamitas les han comprado para que sean aceptados en los círculos de esa sociedad, son l@s que embisten con su arrogancia a mi sentido y querido pueblo. Pero este problema no solo se vive en la “Tierra de Maravilla. Ciudad para Querer”, también se está viviendo en cada rincón del pueblo Colombiano, es precisamente esto lo que el modelo de desarrollo está proponiendo y que se encuentra plenamente reflejado en el Plan Nacional de Desarrollo. Claro está, soportado en las orientaciones (ordenanzas) de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y de la banca multilateral (BID, BM y FMI). Por eso cuando mi abuelita Teresa me dijo hace más de un año que ya estaba aburrida en Sevilla, porque ya casi no podía salir a la calle por el temor a ser atropellada por una moto o por un carro, y que a las autoridades de la prepotencia ni les importa, entiendo lo que mi abuela me dijo y es cuando pongo en duda mi deseo de regresar. 

    Quiero invitarlos a que conozcan lo que está pasando en otros pueblos del mundo. Solo tomaré de momento el ejemplo de lo que pasa en Bra, una ciudad Italiana con una población menor que la de Sevilla, pero que presenta a diferencia de nosotr@s, una articulación entre lo urbano y lo rural, desde el respeto, la responsabilidad, el reconocimiento, la ética y la solidaridad, y han fundado un movimiento llamado el “Slow Foot” (comida lenta). Bra se ha autodeclarado por decreto la “Ciudad Lenta”. Donde las pequeñas tiendas y pequeños negocios familiares se multiplican, creciendo a un ritmo de un 15% al año. ¿Qué mejor ejemplo para ver que lo lento no riñe con lo rentable y el buen vivir? Donde la calidad de vida de esta población se mide en el tiempo que tienen las personas para dedicarsen a lo que saben y más les gusta. Tienen el tiempo para el encuentro, para comer, para dormir, para compartir, para pasear, para pescar, para el abrazo, para el vino, para su cultura, para pertenecer, para amar, para ser y soñar. Lo anterior en nuestro modelo, lo estamos reemplazamos solo por el tener y poseer “cosas”. 

    Slow Foot” es un movimiento internacional nacido en Italia que se contrapone a la estandarización del gusto y promueve la difusión de una nueva filosofía del gusto que combina placer y conocimiento. Opera en todos los continentes por la salvaguardia de las tradiciones gastronómicas regionales, sus productos y sus métodos para cultivarlos. Hoy día el Movimiento Internacional Slow Food está presente en más de 50 países y cuenta con más de 80.000 socios. En Italia, Slow Food tiene 35.000 inscritos subdivididos en 330 sedes locales llamadas Condote («conductas»). En el resto del mundo las sedes locales se llaman Convivía.
    Puede ser que de allí, salgan luces para el camino.
    Josefa Blanco
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    |WebMaster - Alirio Acevedo Sánchez|
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