8 de marzo de 2014

Bertha, nuestro mayor orgullo

  • 8 de marzo de 2014
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  • Sus juguetes siempre fueron las muñecas. Al lado de ellas, aprendió, como si se tratara de un juego, a lavar platos, planchar la ropa y hasta hacer la comida. Cuenta que a los seis años de edad ya sabía cocinar.

    Las muñecas, de esas despelucadas con cuerpo plástico y ojos que se abrían y cerraban y pestañas largas, las arrastró hasta cuando tenía doce años.   Justo cuando en su casa adquirieron el primer televisor, pasatiempo que alternó con el atletismo y la música.

    Bertha Oliva Sánchez creció reconociendo que esas pocas muñecas que de niña tuvo le ayudaron a convertirse en una mujer responsable. "Todo nació de un juego, el mismo que me sirvió para defenderme en la vida", recuerda hoy.

    Odiaba a los niños porque le ganaban las carreras. Corría a pie limpio porque no había plata para comprar tenis. Y, a veces, hasta aguantaba hambre y sed porque la separación de sus padres obligó a su mamá, Bertha Rivera, a cargar con la gran responsabilidad de sostener tres hijos del totazo.

    Defenderse. ¡Sí! Le tocó. Y halló en el atletismo la fórmula más inesperada para hacerlo.

    Hoy, Bertha Oliva Sánchez Rivera, respaldada por sus logros y una férrea disciplina, vive de este deporte y apoya económicamente el hogar en Sevilla, donde vive con su madre.

    Esta deportista nacida en la vereda La Italia del municipio de Betania (Antioquia), pero criada y forjada en Sevilla, tuvo un paso fugaz por varias pruebas rápidas de campo (800, 1.500, 3.000 y 5.000 metros) antes de afincarse en las de semifondo, en las que su nombre ha brillado como la mejor del país, hasta el punto de ser una de las que más se han aproximado a un triunfo en la tradicional Corrida de San Silvestre.

    "Este tipo de carreras callejeras me llama la atención por la exigencia y porque se acomoda a mi físico -liviano y de baja estatura-, pero además porque me da la posibilidad de ganar algún dinero para costear mis gastos y los de la casa".

    Los 1.65 metros de estatura soportan los 58 kilos de peso de esta morena y quien ya ha probado que San Silvestre se puede ganar, ya ocupó un cuarto lugar,
    -igualando la presentación de la veterana Estela Castro, en 1991-, aunque el reto de superar el segundo lugar de Débora Medina, en 1979 quedó pendiente. "Es muy verraco ganar allí y menos vaticinar una actuación... Hay que llegar, mirar el listado de participantes, analizar sus tiempos y las carreras en las que han competido últimamente. Esas son las que de seguro van a estar en el podio". “La primera vez que fui a San Silvestre en 2004 (ocupó el séptimo lugar) en los 10 kilómetros ya el grupo principal me había soltado. La segunda, faltando dos kilómetros me quedé. Y en la tercera, corrí fuerte los primeros kilómetros, me quedé a mitad de recorrido, pero al final recuperé terreno y fui cuarta”.  Si se está bien físicamente, rico porque se corre con confianza. Si se está fatigado, es muy pesado porque el trazado, en toboganes, rompe piernas”.

    La pequeña corredora que se costeó el estudio de Educación Física en la Universidad del Quindío, encontrará las mismas lágrimas rodando por el rostro de su mamá cuando ésta la despide con una bendición. "Madre, no se viaja por turismo. Voy en busca de mi futuro y éste se encuentra en las calles de cualquier ciudad del mundo", será otra vez su respuesta.

    Por las faldas de Betania, al suroeste antioqueño, colmadas de café, no se pudieron apreciar las fuertes zancadas de la morena y frágil Bertha Oliva, quien empezó a correr a los siete años cuando ya su familia residía en Sevilla.

    El pueblo es potencia en atletismo en el departamento. En parte se debe a un entrenador que lleva décadas descubriendo talentos: Julio César Abadía. Fue Julio César, por cierto, el que descubrió a Bertha. Tenía, como  9 años. Bertha dice que es su padre. Que a ese señor de carácter fuerte, jodido, le debe todo lo que es, lo que ha conseguido.

    Muy joven se dio a conocer en especialidades de calle, incluso corriendo a pie limpio porque muchas veces no había plata para comprar los tenis. Los primeros torneos, recuerda su técnico Julio César Abadía, los hacía sin zapatillas.

    Esas cosas la fueron volviendo de plomo, señala la misma Bertha quien con el paso de los años cosechó una notoria fama de corre caminos, a tal punto que llegó a poseer siete registros nacionales en diferentes pruebas.

    Su amor por las carreras callejeras le permitió ingresar en competencias nacionales e internacionales desde muy pequeña hasta convertirse en quíntuple campeona de La Río Cali y ser una de las colombianas que más cerca han estado de ganar en San Silvestre.

    Bertha Sánchez, la mejor atleta fondista en la historia de Sevilla y del Valle del Cauca,  quien además de ser una atleta consumada es licenciada en Educación Física en la Universidad del Quindío, se apresta a intervenir en la Carrera de la Mujer que se disputará en el mes de mayo en la ciudad de Cali.

    Por: Oswaldo Bustamante Escobar
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